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Mostrando entradas de abril, 2022

Atardecer

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  Humilde homenaje a mi padre, Antonio Cobos Martín, que nos dejó este viernes 7 de diciembre, el mismo día que cumplía 82 años.  Y seguirás caminando en nuestros corazones. Y enseñaremos lo que nos enseñaste. Y compartiremos lo que nos diste. Y estarás con nosotros  en los árboles que tanto amaste y en los ríos y en la brisa. Y tomaremos una cerveza y hablaremos de todo y  de nada. Y brindaremos por ti, por nosotros, por la vida. http://www.youtube.com/watch?v=FQZSgNvQ6JI El texto me lo dictó el corazón en su casa, en la mesa donde solíamos tomar una cervecita y unos tacos de jamón (o lo que pilláramos por allí) . La fotografía es de la puesta de sol de ese día (preciosa verdad?). La canción tiene ya unos años. Es de Cristina y los Stop 1967. Él tenía treinta y siete años y yo solo cinco. Mi padre solía recitar a menudo el estribillo.

Almizcle

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[anar a la versió en català  → ]   El sol de la tarde ya declina y tiñe de púrpura el horizonte, sobre el que se dibuja la silueta de unos niños que juegan en el parque, a la salida de la escuela. “Almizcle”. Acabo de preguntarte sobre tu perfume y tu respuesta me deja sin apenas habla. “¡Almizcle!” En una asociación instantánea, casi como un acto reflejo, me vienen a la mente las palabras de Baudelaire: “Comme l’ambre, le musc, le benjoin et l’encens” Un verso que de muy jovencito traduje al castellano con estas palabras: "Como el almizcle y el ámbar, el incienso y el benjuí" De hecho, hasta hoy nunca me había encontrado el almizcle en la vida real, así, en la calle. Para mí el almizcle es (o era) una palabra sonora, dentro de un verso sonoro, que me hacía evocar, oler los perfumes en mi imaginación. Intento imaginar la cara que yo debía poner mientras me contabas con voz pausada y serena no sé qué cualidades y rarezas de ese perfume, algo relacionado con l

Correspondencias

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  [anar a la versió en català  → ] Llevo algunos días en los que me cuesta dormir. El motivo no es otro que la métrica. Busco un verso, pero aquí me falta una sílaba y  allí me sobran dos. Creo tener la palabra oportuna y la duda me acecha. En efecto, vuelvo al vicio de traducir poesía. Después de la resaca de las  Bucólicas  de Virgilio, el ritmo me reclama de nuevo. Esta vez el poeta elegido es Baudelaire,  Les fleurs du mal .  Pero antes me gustaría compartir con vosotros mi historia personal con Baudelaire, que viene de lejos. Primer acto. Un joven estudiante de Figueres 15 años se sacaba unos dineritos trabajando de camarero en verano en Le Perthus, Allí conocí a Marie, una chica francesa de padres españoles, que vivía en Céret y que ese verano trabajaba de dependienta en La Tramontana. Cuando acabó el verano, y cada uno volvió a su hogar (yo al sur, ella al norte, casi como en la canción  Une belle histoire , de Michel Fugain) Marie me regaló una carta que iba acompañada de un po