Quis multa gracilis te puer in rosa

 


Quis multa gracilis te puer in rosa

perfusus liquidis urget odoribus

grato, Pyrrha, sub antro?

cui flavam religas comam,

 

simplex munditiis? Heu quotiens fidem

mutatosque deos flebit et aspera

nigris aequora ventis

emirabitur insolens,

 

qui nunc te fruitur credulus aurea,

qui semper vacuam, semper amabilem

sperat, nescius aurae

fallacis. Miseri, quibus

 

intemptata nites. Me tabula sacer

votiva paries indicat uvida

suspendisse potenti

vestimenta maris deo.

                                         Horacio, Odas, I,  V

 Hace ya algunos años, un par de décadas por lo menos, publiqué una selección de poemas de Horacio traducidos en verso al catalán (Horaci, Cinc Odes, en la colección Senhal, núm. 57, Girona, 2000).

 Los versos del poeta permanecen inmutables. El mismo Horacio lo dijo claramente non omnis moriar, no moriré del todo.

Pero una cosa es el texto original y otra muy distinta son las traducciones de ese texto que cambian con los tiempos, ya que cada traductor es hijo de su época y tiene sus propis gustos, sus propias normas y su propia percepción del ritmo y de la poesía. Y esos parámetros pueden cambiar incluso dentro de un mismo traductor, como es el caso de hoy.

¿Por qué? Pues no lo sé con certeza, pero es cierto que con los años he adoptado nuevos criterios de traducción, o, como mínimo, los he matizado.

¿Y por qué ahora? Pues, simplemente, porque me apetecía hablar del amor, y ¿qué mejor manera de hacerlo que recordando los versos inmortales de Horacio.

 Espero no haber traicionado en exceso el texto original, de la misma manera que espero que el esfuerzo haya valido la pena y que esta nueva versión, ahora en castellano, sea de vuestro agrado.

 

¿Qué grácil joven, rodeado de rosas

y empapado en perfumes, te corteja,

Pirra, bajo la cueva agradable?

¿Para quién, sencilla, recoges

 

tu rubia melena? ¡Cómo llorará

tus engaños y los dioses volubles,

y se admirará del mar en calma,

erizado por negros vientos!

 

Él, que hoy te goza, confiado en la brisa,

Él, que siempre dispuesta, siempre amable,

te espera y no conoce la brisa

falaz.¡Ay! Míseros, aquellos

 

que deslumbras de lejos! Pero a mí,  

una pared sagrada me recuerda

que colgué mis empapadas ropas

para el potente dios del mar.

 

Nota 1: la estrofa del texto original es una asclepiadea segunda, formada por dos endecasílabos asclepiadeos, un ferecracio y un gliconio. La estrofa elegida hoy para la traducción está formada por  dos endecasílabos, un decasílabo y un eneasílabo.

Nota 2: los marineros que se habían salvado de un naufragio daban las gracias a Neptuno, dios del mar, por haberlos salvado y colgaban en un templo (sacer paries, muro sagrado) la ropa mojada a causa del naufragio como ofrenda dedicado al dios y la acompañaban con un voto o promesa escrita en una tablilla de madera. El poeta culmina con esta metáfora náutica el paralelismo  amada – enamorado / mar –náufrago.

Nota 3, pero no por ello menos importante: no sabemos si el poeta, después del naufragio amoroso se atrevió a embarcarse de nuevo. En todo caso, soy de los que opinan, que, a pesar de los naufragios, no debemos temer al mar del amor, y que vale la pena asumir el riesgo de un nuevo viaje.

 Dedicado a HR, por embarcar conmigo.


La imagen es de dos personas mirando el mar desde la orilla, sin temer al naufragio.

La música que acompaña es una verisón del viva la vida de cold play, interpretada al violín por David Garret:

https://www.youtube.com/watch?v=bZ_BoOlAXyk&list=RDbZ_BoOlAXyk&start_radio=1



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