Odi et amo, et excrucior

 


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Odi et amo (et excrucior)

Aquí recupero un texto de los primeros que escribí en el blog el año 2013 i que he querido revisar. Os propongo la lectura del texto que escribí entonces y después el añadido actual. Decía así: 

Muchos de vosotros ya sabéis que entre mis pasiones confesables está la traducción. Me encanta traducir. Y especialmente traducir poesía clásica: Virgilio, Horacio, Marcial...

No os hablaré de las satisfacciones personales que me reporta la lectura y la recreación de los gran poetas porque creo que os las podéis imaginar. Tampoco os hablaré (tal vez otro día) ni de la teoría ni del ya sabido "traduttore, tradittore". Hoy, sencillamente os invitaré a entrar en la cocina del traductor. Si queréis pasar, poneos cómodos, y sentíos como en casa.

 

El plato de hoy es una delicatesse, son dos versos de Catulo muy conocidos. Os lo voy a presentar en la versión original para ir abriendo boca: 

Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris.

nescio, sed fieri sentio et excrucior.

No es un texto difícil y, de hecho, cualquier persona con unos conocimientos de latín básicos y la ayuda de un buen diccionario, sería capaz de traducirlos y de captar su sentido, pero llama la atención el hecho de que en sólo dos versos de apariencia sencilla pueda haber tantas variantes entre las muchas versiones que se han hecho. Una muy literal, casi palabra por palabra y que os propongo de entrada, podría dar un resultado parecido a este: 

Odio y amo. Por qué lo hago, tal vez me preguntes.

No lo sé, pero siento que sucede y me atormento.

Ya está, ya se entiende. Es cierto, pero convendréis conmigo en que Catulo y los lectores actuales (vosotros) se merecen un mejor trato. Porque... ¿Dónde está la magia de la poesía? ¿Solo en el significado, en el mensaje? ¿O también se encuentra en la disposición de las palabras en la frase, en la sonoridad y fuerza de cada una de ellas, en la cadencia y el ritmo, en la música de todo el conjunto?

Ante un texto escrito originariamente en verso, el traductor debe tratar de conseguir que el lector actual, el receptor, sea transportado al mundo mágico de la poesía, a través de las palabras de la lengua receptora (en este caso el castellano). La manera más simple de hacer ver a lector que está ante un verso, una vez descartada la traducción en prosa, es hacer una traducción que mantenga la distribución del original en líneas. La otra propuesta, más arriesgada, pero también más rica y completa es traducir en verso. ¿En qué tipo de verso? Esto, señores, ya es cosa del cocinero, o sea, del traductor. Porque dentro de la esclavitud que supone el máximo respeto al texto original, el traductor puede reivindicar unas pequeñas dosis de libertad. Puede elegir, por ejemplo, si traduce verso a verso, o si presenta más versos o menos que el original. Puede elegir, también, si utiliza versos libres o versos rimados. Aquí cada cocinero tiene su propia receta, todas ellas muy respetables.

Mi elección personal en estos versos de Catulo consistió en no mantener el número de versos del original, para disponer el texto en cuatro versos de número de sílabas dispar (4-10-9-3), y así destacar las palabras que, para mí, tienen toda la fuerza del poema, al principio y al final: Odio et amo, excrucior.

Si tenéis todavía un poco de paciencia, os pediré que prestéis atención a esta última palabra: excrucior. Relacionado con el sustantivo crux (cruz), entendido como instrumento de tortura, el verbo excrucior, en pasiva, designa el hecho de ser atormentado, de sufrir el suplicio de la cruz, de la tortura. Catulo nos ha mostrado en dos versos las dudas del enamorado: ahora te quiero, ahora te odio, las noches en vela, el nudo en el corazón y en la garganta...; y ha sabido condensar todos estos sentimientos en una sola palabra, excrucior, una palabra rotunda, sonora, dolorosa.

Cuando me enfrenté a la palabra excrucior muchas soluciones me venían a la cabeza: "me atormento" era la que más me gustaba, pero también, "me torturo" y similares. Descarté traducciones como "soy atormentado" o "soy torturado", porque yo entendía (y entiendo) que el tormento y la tortura del poeta no venían de fuera, sino que nacían de sus entrañas, de su alma.

Ahora bien, en el texto latino, toda la fuerza se concentraba en una única palabra final, mientras que en castellano, la traducción más literal pedía dos palabras, que en mi opinión, le quitaban fuerza al verso. Es por eso que busqué una palabra que pudiera transmitir el sentimiento del poeta, el sentimiento del lector. La solución, o mejor dicho la propuesta, la encontré en un verbo conocido y frecuente, en un verbo que refleja el dolor universal: sufrir.

Espero que mi elección no os desagrade del todo. He aquí mi modesta propuesta: 

Odio y amo.

¿Cómo es posible? Quizás preguntes.

No lo sé, pero lo siento así,

Y sufro.

Hasta aquí el texto originario. Hoy, diez años más tarde, cuando escribo esta líneas, la opción “sufro” no me acaba de convencer (quizás la encuentro demasiado simple, no sé...). Además, ahora, por circunstancias de la vida (sean propias o ajenas, que no vienen al caso, he reflexionado sobre el hecho, bien conocido, que un disgusto emocional también se puede manifestar en forma de dolor físico: dolor de estómago, dolor de espalda, malestar, ansiedad, falta de apetito, insomnio...

Es por eso que he querido buscar una palabra que reflejara el dolor físico interno que podía experimentar una persona crucificada i que es capaz de simbolizar al mismo tiempo el dolor del enamorado que nos muestra Catulo.

Y tenemos un problema, está claro, porque como traductores no podemos dejar de proponer la mejor palabra posible, según nuestro criterio, o, al menos, la palabra que encontremos menos mala. En definitiva, tenemos que elegir, tenemos que decidir, aunque alguna vez no estemos del todo convencidos y cambiemos de idea al cabo de pocos días o de pocas horas. El texto original nos pide, nos reclama, nos obliga a elegir y a poner por escrito nuestra elección.

Cuando, tomando un café, comentaba este verso con mi amiga Elena, surgió un verbo que, a mi entender, refleja la idea del sufrimiento  físico del crucificado/enamorado, y de su dolor anímico. Se lo tomo prestado. Esta es la nueva propuesta: A ver si os gusta: 

Odio y amo.

¿Cómo es posible? Quizás preguntes.

No lo sé, pero lo siento así,

Y me rompo.

Nota: Este texto ha sido reescrito un jueves de mercado en Figueres. La imagen es la del texto original del hace diez años; un ramo de rosas cogidas de mi jardín. La música que acompaña es el “Adagio de Albinoni” o “Adagio en sol menor, arreglado por Remo Giazotto” (1945), interpretado en esta ocasión por Stjepan Hausser.

https://www.youtube.com/watch?v=kn1gcjuhlhg

Nota 2: Y vosotros, ¿Cómo traduciríais excrucior? Se vale repetir alguna opción de las ya comentadas.

 

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