Diletancias cromáticas

 


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Hoy el otoño me ha regalado un pastel de colores, que ya ha empezado por la mañana mientras iba a buscar vino a Garriguella. Allí me encuentro a Míriam, Roger y Júlia, antiguos alumnos, que me atienden siempre con su gran profesionalidad y con una preciosa sonrisa en los labios. La elección de hoy ha sido un tinto crianza, "Cercium", uno de los nombres latinos para nuestra Tramontana. Por el camino, en el cruce de la carretera de Llançà, en la zona entre Vilajuïga y Garrigella, un espectáculo encantador: los viñedos en la llanura, algunos todavía con las hojas verdes, otras amarillas, naranjas, rojas. Las cepas ya han dado su fruto y los caldos duermen en el silencio de las barricas de roble o de las tinajas de acero. El cielo salpicado de un gris suave de nubes, chumberas en el margen del camino, moreras recién podadas...

Al atardecer he decidido, de repente, ir a correr por el castillo de Figueres. Los que lo conocen ya saben la gran panorámica que se divisa: de la Albera hasta el mar, desde el Canigó hasta el Montgrí. Me calzo las zapatillas y me pongo un chándal con mangas, porque son casi las seis de la tarde y ya refresca. Cuando salgo de casa me acompañan unas nubes naranjas y rojas como los pámpanos de la mañana. Llego al castillo en ese momento mágico del atardecer en el que ya no es de día pero todavía no es de noche. Unas nubes de fuego se esconden por occidente. A mis pies, la ciudad iluminada. A lo lejos puedo distinguir las farolas de los pueblos de la llanura: Rabós, Espolla, Garriguella, Roses besada por el mar...


Sin embargo, hay bastante luz aún para ver el sendero de arena que piso. Y en un instante, el refrán se hace realidad, "Sol rogent, pluja o vent" (Sol rojizo, lluvia o viento). En efecto, se levanta una ligera tramontana y una nube negra que viene de Francia suelta cuatro gotas.

La noche se desploma lentamente sobre el Empordà y cuando he terminado de dar la vuelta al castillo, ya es noche cerrada. Una luna en cuarto creciente resplandece antes de que la atrape la nube oscura del norte. Llego a casa y, como una necesidad contra la que no quiero luchar, escribo estas líneas cromáticas y las comparto con vosotros.

Nota: Este texto tan diletante, como le gusta decirle a mi buen amigo Pere, lector fino y crítico sincero, se ha ido llenando de color a lo largo del día de hoy. Las dos fotos que acompañan son, la primera de un viñedo matutino en Garriguella, y la segunda de un cielo vespertino en Figueres. la música que hoy os propongo es la que sonaba en el Spotify mientras escribía. Es un tema de Yiruma, If y Could See You Again.

https://www.youtube.com/watch?v=UoLRMtQA2Kw

 

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