Imperdible
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Hoy me he despertado inquieto. Con la desagradable sensación de no ser lo
suficientemente agradecido con aquellas personas que me hacen la vida más
fácil. Hablo, concretamente, de los inventores, de los inventores anónimos por
ser más exactos. Que no se me enfaden Graham Bell, Benjamin Franklin o Thomas
Alba Edisson. Hoy es el turno de los demás, de los sin nombre.
Creo que, al igual que en muchas ciudades se han erigido monumentos
"Al soldado desconocido", deberían levantarse monumentos "Al inventor
desconocido". Aquellas personas generosas y desinteresadas, mentes
preclaras que, desde los tiempos más remotos, han puesto sus conocimientos al
alcance de la gente sin reclamar la gloria de un nombre en una enciclopedia.
No mencionaré algunos inventos que han supuesto un antes y un después en la
historia de la humanidad, como la rueda o el palo de la fregona, y me centraré
en esos pequeños objetos cotidianos sin los cuales la vida sería mucho menos
amable. ¿Quién fue el genio que inventó el rallador de queso? ¿Y el sacacorchos?
¿Quién fue el sabio excelso que descubrió el mando de la tele (imprescindible
para la supervivencia de la especie)? ¿O el tenedor de cuatro púas? ¿Cuál fue
la mente preclara que inventó la aguja imperdible? (Convendréis conmigo que no
hay nada más frustrante que perder una aguja "imperdible").
En cuanto a mí, desde estas líneas humildes, no puedo dejar de rendir el
más sentido homenaje a aquel hombre (o mujer) que, en los tiempos modernos que
corren, tuvo la sublime idea de añadir la aplicación "Posponer cinco
minutos" al despertador del móvil. ¡Qué hallazgo tan incomparable, amigos,
qué delicia, qué alegría!
Son las siete de la mañana. El teléfono móvil que ahora hace de despertador
comienza a cantar su cruel melodía para recordarme que toca dejar el dulce
calorcito de las sábanas para levantarme e ir al trabajo. Y allí, como cuando
éramos pequeños y le decíamos a mamá "¡Cinco minutos más, mami, porfa...!
ahí está la tecla mágica, brillante en medio de la oscuridad, "Posponer cinco
minutos". Qué placer tan incomparable, sufrido lector, mirar la pantallita
del móvil y pulsar la tecla con una sonrisa malévola y decir "Toma
ya!" y girarte hacia el otro lado de la cama y ponerte nuevamente la
sábana tibia sobre el hombro, bien cogido para que no se escape. Los mejores cinco minutos de
todo el dormir, sin duda.
Si este genio anónimo no se merece que le hagan un monumento, es que la
sociedad ha perdido sus valores más elevados.
Buenas noches, amigos, que mañana me levanto a las siete...
Nota crreativa: Este texto se ha despertado cinco minutos tarde en Figueres. La imagen que acompaña es la de un imperdible que perdí hace tiempo. He querido acompañar el texto de la escena The dawn of Man de la película 2001, dirigida por Stanley Kubrick (1968).
http://www.youtube.com/watch?v=GIbX9jXvxNw
Post scriptum: ¿A qué invento levantarías un monumento?
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