Laocoonte




[anar a la versió en català ]

En la última nota, en la que recordaba la frase de Virgilio “Fit sonitus spumante salo”, quedó en vilo la escena donde aparecían estas palabras. Imagino que muchos lectores ya sabéis de qué pasaje se trata, pero puesto que prometí presentar la escena entera, aquí la tenéis en una traducción versificada en castellano que forma parte de un proyecto más amplio.

Antes, de ofrecer los versos del Poeta, dibujaré el momento con cuatro pinceladas. Estamos en Troya, la de las altas puertas, la rica en caballos, reino de Príamo y del príncipe Héctor. Los dioses han decidido la ruina de la ciudad a manos de los griegos: Agamenón, rey de reyes, Aquiles, de pies veloces, el astuto Ulises, urdimbre de engaños.

Después de diez años de asedio sin éxito, los griegos simulan que se retiran con sus barcos y se vuelven a casa. En la playa, allí donde tenían el campamento, frente a las murallas de Troya, dejan un caballo de madera instar montis “grande como una montaña”, con guerreros escogidos dentro, y se esconden con los barcos en Ténedos, un islote situado frente a la costa de Troya.

Al amanecer, los troyanos ven las playas desiertas de enemigos y el enorme y enigmático caballo. Se produce una discusión sobre qué hacer: unos lo quieren tirar al mar, otros proponen quemarlo, unos lo consideran un regalo de los dioses y proponen entrarlo en la ciudad.

Es entonces cuando Laocoonte, sacerdote de Neptuno, dice que no es sensato fiarse de los regalos de un enemigo “Sic notus Ulixes? Timeo Danaos et dona ferentes”. (¿Así creéis que es Ulises? Temo a los griegos, y más si hacen regalos). Laocoonte dispara una lanza contra la barriga del caballo y...


Vemos entonces, míseros, un prodigio mayor

y más terrible, que encoge nuestros corazones

desprevenidos. Laocoonte, elegido sacerdote de Neptuno,

sacrificaba, solemne, un gran toro ante el altar.

De pronto, desde Ténedos (me estremezco al contarlo),

por las aguas en calma, dos serpientes de enormes roscas

se extienden sobre el mar y se dirigen a la playa.

Su pecho erguido en la corriente y sus crestas de sangre

sobrepasan las olas. Todo el cuerpo se extiende

sobre el mar y sus lomos inmensos se deslizan en espiral.

Suena la sal espumosa. Y ya alcanzaban la orilla

con los ojos ardientes teñidos de sangre y de fuego,

relamiendo sus fauces con lengua silbante.

Huimos de su vista exangües. Ellas, con marcha firme

buscan a Laocoonte. Primero las serpientes,

alcanzan los pequeños cuerpos de los dos hijos,

y a mordiscos devoran sus miserables miembros.

Después al padre, que, armado, venía en su ayuda,

lo atrapan y lo atan con sus roscas inmensas.

le rodean dos veces el vientre con el lomo escamoso

y dos veces el cuello, y se alzan sobre su cabeza.

Él intenta romper los nudos con las manos.

Tiene la ínfulas empapadas de baba y negro veneno

y alza gritos terribles hasta las estrellas.

(Virgilio, Eneida 2, 199-222)

El texto de esta nota se ha gestado en Figueres. La imagen es la impresionante escultura de Laocoonte que podéis encontrar en Roma, en el Museo Vaticano, obra de Agesandro, Polidoro y Atenodoro (año 40 pC, aprox.). La música que acompaña hoy es el tema "Protector of Earth" de Thomas Bergersen, de la película Troya, en el momento en que los griegos desembarcan en la playa.

https://www.youtube.com/watch?v=ASj81daun5Q






 

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