Saxa latentia (escollos ocultos)



[anar a la versió en català ]

De las muchas figuras estilísticas que nos regalan los poetas, una de las que más me gusta es la aliteración, la repetición de una letra o sonido para crear un determinado efecto sonoro. Cuando esta repetición quiere imitar un sonido natural (el cantar de un gallo por ejemplo) o alguna otra secuencia sonora, como las que veremos más abajo, entonces los libros de retórica hablan de onomatopeya, palabra derivada de las palabras griegas onoma (ónoma, nombre ) y poiew (poiéo, hacer). En la escuela nos hablaban del "susurro de abejas que sonaba" y en el recreo decíamos frase como "por la carretera de Roses va un carro cargado de rocas".

La onomatopeya que os propongo hoy, mejor dicho las onomatopeyas, puesto que son dos que se encuentran dentro de una misma escena, son algo más complejas, sofisticadas y, en mi opinión, especialmente logradas.

Estamos en el libro primero de la Eneida de Virgilio. Eneas, derrotado y fugitivo de Troya, surca el mediterráneo en la búsqueda de una nueva patria para su pueblo. El camino no será fácil, ya que deberá soportar la cólera de algunos dioses, especialmente de Juno, esposa de Júpiter, encolerizada con los troyanos por muchos motivos que ahora sería largo de contar. Sea como fuere, el caso es que cuando Eneas y los suyos están cerca de las costas de Italia (la patria prometida), Juno habla con el dios del viento, Eolo, y le pide que provoque una tormenta para alejar a los barcos troyanos de Italia. El resultado es que la flota apenas se salva del naufragio: tres naves van se estrellan contra los arrecifes, tres más contra los bancos de arena que los romanos también llamaban "siertas", los otros barcos se dispersan y todos ellos acabarán en las playas de Cartago, en el norte de África, como bien sabéis.

Al comentar en clase el magnífico pasaje de la tormenta virgiliana, yo suelo poner de relieve toda la fuerza de la descripción: el cielo ennegrecido de repente en medio del mar, los rayos y los truenos, la inquietud de los hombres plegando las velas, los gritos, el chirrido de las cuerdas, las olas golpeando contra los barcos, el peligro de las rocas...

Evidentemente, lo hacemos leyendo el texto original latino acompañado de una traducción actual. "Observad chicos, qué versos tan plásticos, tan sonoros, qué onomatopeya tan lograda..." Y los chicos, claro, buena gente, normalmente se lo creen.

De todas formas, siempre me quedaba la duda si captaban realmente el efecto sonoro o si, por el contrario, todo estaba condicionado por la explicación de su profesor. Así que un día decidí realizar una prueba empírico-literaria. Y si el receptor -me dije- oye recitar el texto latino, sin entender exactamente el sentido de la frase, simplemente escuchando las palabras del poeta, ¿qué imagen sonora llegará a captar? Hice la prueba con un grupo de chicos de buen oído con resultados muy interesantes y positivos.

Si queréis "pasar el test" (los que conocéis el idioma del Lacio jugáis con cierta ventaja, pero no debe ser imprescindible), la propuesta es la siguiente. Leeremos todo el fragmento en traducción en castellano para facilitar el contexto y después volveremos a leer en voz alta los dos versos onomatopéyicos marcados en negrita, pero ahora en el original latino, y nos dejaremos sorprender por lo que nos evoque.

He aquí los fragmentos (Eneida, libro 1, 83-112):

 

1.

Y como en formación, por las puertas abiertas

se precipitan los vientos y soplan con remolinos la tierra.

Se tienden sobre el mar y lo agitan del todo

hasta el abismo, El Euro y el Noto y, rico en tormentas,

el Áfrico, hacen rodar inmensas olas contra la playa.

Estallan el griterío de los hombres y el chirriar de las cuerdas.

Y las nubes, de pronto, roban a los troyanos

el día y la luz: una negra noche cubre los mares.

Truenan los polos, y el cielo resplandece repleto de fuegos,

Todo presagia a los hombres una muerte inminente.

 

En el verso Insequitur... se dda una frecencia de sonidoss oclusivos guturales [K] y líquidos vibrantes [R], sobre todo al final stridorque rudentum, que nos recuerda el rozar de las cuerdes mientras los marineres recogen la vela. En la traducción castellan he querido mantenir esta alternancia de K i R en la secuencia el chirriar de las cuerdas...

 

             ...ac venti, velut agmine facto,

qua data porta, ruunt et terras turbine perflant.

Incubuere mari, totumque a sedibus imis

una Eurusque Notusque ruunt creberque procellis               85

Africus, et vastos volvunt ad litora fluctus.

Insequitur clamorque virum stridorque rudentum.

Eripiunt subito nubes caelumque diemque

Teucrorum ex oculis; ponto nox incubat atra.

Intonuere poli, et crebris micat ignibus aether,                    90

praesentemque viris intentant omnia mortem.

 

 2.

Eso dice, y rugiendo con el Aquilón, la tormenta

golpea la vela y levanta las olas hasta los astros.

Se rompen los remos; gira la proa y ofrece el flanco

al oleaje; una montaña de agua cae sobre ellos.

Unos penden de la cresta; otros contemplan el fondo

en medio del mar; borbotean el agua y la arena.

El Noto estrella tres barcos contra las rocas,

escollos en el agua que los ítalos llaman "Alatares",

una inmensa espalda en el mar; el Euro embarranca

otros tres, ¡horrible visión! contra los bajíos,

los atrapa en los vados y los cubre de arena.

 

Talia iactanti stridens Aquilone procella

velum adversa ferit, fluctusque ad sidera tollit.

Franguntur remi; tum prora avertit, et undis

dat latus; insequitur cumulo praeruptus aquae mons.   105 

Hi summo in fluctu pendent; his unda dehiscens

terram inter fluctus aperit; furit aestus harenis.

Tris Notus abreptas in saxa latentia torquet—

saxa vocant Itali mediis quae in fluctibus aras—

dorsum immane mari summo; tris Eurus ab alto                  110

in brevia et Syrtis urget, miserabile visu,

inliditque vadis atque aggere cingit harenae.

 

En el verso Tris Notus... es especialmente sonora la palabra final torquet, que con la combinación de los sonidos K i R recuerda el crec-crec de la quilla dell barco que se rompe al chocar contra los escollos.

En la traducció en castellano he utilizado una secuencia que también contiene los sonidos K i R: contra las rocas.

Esta nota tan tormentosa nació en catalán en Figueres el 24 de octubre de 2013 y hoy, casi una década después, ha querido llegar a vosotros en castellano.

El texto original de Virgilio ha sido traducido por un servidor en alejandrinos. La imagen que acompaña es Tempête dans la mer, un óleo de Jean Antoine Théodore du Gudin (1832), conservada en el museo del Hermitage de St. Petesbrug. Para la música, puesto que los vientos soplaban con fuerza en los versos virgilianos, me he decidido por una pieza para órgano muy clásica y conocida, la Tocata y fuga en re menor BWV 565 (1703-1707) de Johan Sebastian Bach:

https://www.youtube.com/watch?v=mu_C_g8VoPE

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